Foto: cortesía de Carlos Brigo
Hoy, Carlos. Mañana, el profesor de Neuquén que protestó por un sueldo. Pasado, aquel maestro, - ¿de qué provincia era? Tras pasado, -creo que fue en Neuquén que se armó quilombo con un maestro, ¿no?-. Y Carlos se diluirá en nuestras venas, hasta que lo eliminemos con la orina. Y Carlos sólo será Carlos para quienes sentirán su ausencia en los cuerpos. El resto, será ficción a la hora de la cena, mientras hacemos zapping con Susana. Habrá quien tenga el honor de tomar su lugar; aunque casi sin percibirlo, borrará en cada trazo sus restos de tiza y cambiará su olor por otro hasta que ya no se huela a Carlos en el aula. Habrá chicos que lo lloren y se rían nerviosos, confundidos, por este incómodo tema de la muerte en la adolescencia. Y nada, nada va a cambiar. También fuimos Soledad, fuimos Cabezas, aunque finalmente, somos quienes somos una vez que el ruido acaba. Todo vuelve a su lugar, y Carlos, esta vez sí con apellido, desaparecerá en el bullicio de un lenguaje que es silencio, para unirse a aquel “nunca jamás” que sólo es un quizás, un tal vez, un siempre o casi siempre. Carlos Fuentealba: me ilusiona pensar que voy a trabajar para que lo antes dicho sea borrado por mis propias manos, e intentaré jugar con tu apellido para que quede sellado en mi recuerdo: Y serás la Fuente de donde beber ese bendito remedio para la memoria. Y serás el Alba que me recordará que hubo un profesor que luchó por sus derechos guiando mi tiza, cada mañana, a la hora de la clase.
Mis respetos y mi compromiso para preservarte en mi memoria.
Silvia Laffranconi
Formadora de docentes de Nivel InicialTomado del blog de Eduardo Betas
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